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ISSN 1989-4163

NUMERO 38 - DICIEMBRE 2012

El Contraste al Traste

Carmen Maixé Altés

            Te preguntas que deliciosos eran los cambios en un tiempo, no los de moneda, no, ni lo habitual hoy que es el negocio de una de las partes, porque del sentido de la palabra intercambio, se ha perdido más que el rastro. Si quieres algo, has de dar más de la cuenta. Viene esto al caso, pues el cambio es ya negocio. Ponga esto en su vida, ponga lo otro, que le cambiará la vida y nos la cambió ciertamente. Una vez llegados a este punto, vamos un poco más lejos: cambie usted porque puede cambiar las cosas y ya mordiendo el anzuelo, recalamos en la memez total, el sacrosanto poder en marcha.  El cambio está servido como estrategia global: cambie de look, cambie de coche, cambie de señora. He aquí el quid de la cuestión. ¡Acabáramos! ¿Para eso tanto progreso, esfuerzo y años de oscuridad?

            Pues yo a lo mío, aquel cambio entendido como pausa entre largos momentos, permitía percibir un contraste grande o pequeño, largo o corto, intenso o suave. Era dado a los sentidos y otras capacidades que con voluntad o sin ella, quisieran inaugurar momentos sin demandar público por ello. El coste era gratuito, la elección personal y la satisfacción casi completa. Cualquier excusa era buena. Estamos hablando del aburrimiento ¡Cuantos buenos, largos y cargantes momentos de tedio!  Palabra antigua, pecado mortal, de culpas que se esconden para agobio del moderno ¡Prohibido aburrirse! es el lema del milenio que se extingue y del que amenaza con seguir. Te costará un riñón cuando menos. Gastamos, a lo sumo, el tiempo; pero éste se va solito, no necesita más que pasar.

            Por ello rescato ahora, no sin candor, aquella manera de ser, de durar ¡Bendito aburrimiento! horas vividas sin escapar ni correr al tiempo; no sin titubeos, pero más sólidas que los productos con un diez por ciento de descuento.

            Huellas que dejó su transcurrir y pisadas en el alma aún por recorrer. “La vida te da sorpresas” decía la canción y peajes también. Pero nadie avisó al  llevarnos a la feria que no saldríamos jamás, que la vida sería un parque temático de armas tomar. En definitiva, que el contraste desaparecería, que discurrir, discriminar y esas cosas, solo serían, en fin, palabras para necios, otra feria.

            Sueño una y otra vez que hago cola, esperando salir del recinto y lo único que consigo es hacerme con tickets para entrar en innumerables chiringuitos.

El contraste al traste

 

 

 

 

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